Durante mi trabajo de campo entrevisté a una mujer cuya casa colinda con el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Al preguntarle si el tráfico —despegue y aterrizaje— de los aviones le quitaba el sueño me respondió que no; me contó, sin embargo, que cuando visitaba a sus suegros le era imposible conciliar el sueño a causa del tic-tac de un reloj de péndulo que tenían en casa. Este aparente absurdo ilustra muy bien la compleja lógica de nuestro fenómeno.
¿Qué es lo que hace que un sonido cualquiera se convierta en ruido? El intento más perseverante por responder a esta pregunta es el desarrollado desde las ciencias naturales, particularmente la Física y la Medicina. Desde esta perspectiva cualquier fenómeno audible de alta intensidad será considerado como ruido. Si bien existe un umbral de audición, también es cierto que en tanto éste no sea rebasado —hecho que ocasionaría dolor y una reacción negativa inmediata— no existe un acuerdo con respecto a lo que es un ‘volumen adecuado’: lo que para unos es un espantoso estruendo, para otros podría ser un deleite a los oídos, ¿o cómo explicar las posiciones encontradas al respecto de un concierto de rock o el rugido de una motocicleta?
Si bien este enfoque concreto del ruido ha contribuido a la amplia comprensión del maravilloso y delicado sistema auditivo, su explicación resulta insuficiente por no conceder al individuo una participación activa en el juego de la escucha. El sistema auditivo, como el resto de los mecanismos sensoriales, no sólo trabaja como receptor, sino que además es partícipe de la complejidad emotiva, creativa y social que rige la existencia del ser humano. El sonido penetra nuestro cuerpo pero también penetra nuestra mente: una canción se convierte en recuerdo, el rechinar de una puerta deviene evocación cuando nos lleva a la casa de nuestra infancia, los martillazos a medianoche adquieren el rostro del vecino que lo provoca.
Nos acercamos así a lugar en donde, presiento, el ruido encuentra su naturaleza: la subjetividad., es decir, el juicio del sujeto. Desde esta perspectiva el valor de un sonido estará determinado por lo que cada quien perciba como incómodo o confortable, hecho que, a su vez, dependerá de las circunstancias de su aparición. Por esta razón, la evaluación de la cualidad de los sonidos no sólo variará de una persona a otra, sino que incluso será cambiante para la misma persona. A partir de esta idea podemos comprender, por ejemplo, que una fiesta de vecinos nos moleste más un martes que un sábado, o que no nos moleste entre semana si es que estamos invitados a ella; o que muchas veces el enojo por el pregón de los vendedores del Metro devenga en placer si la música que programan es de nuestro agrado, o que se acepte con resignación el caos de la ciudad el lunes por la mañana pero no en domingo.
¿Qué es entonces el ruido? Juzga, lector, por ti mismo:
Los malditos vendedores ambulantes de cd’s piratas y sus bocinas estéreo de 3 mil watts. Si tienes la mala suerte de alcanzar lugar en el asiento que está en el pasillo ya te chingaste, porque pasa el vendedor con la bocina y te pega el sonido en los oídos. [Judas en Vivir México, 18/05/2009]
En tu casa quieres sentirte cómodo, porque el ruido no te hace sentir cómodo, siempre estás constantemente agredido, el ruido te agrede. Entonces llegas a tu casa y dices “quiero estar cómodo” y pues la Ali Guagua vivía aquí, era de las Ultrasónicas. Le daba por hacer pura fiestecita; era de cada ocho días, a veces empezaba el viernes a las 9 de la noche y terminaba domingo a las 6 de la tarde[…]Era espantoso. Era una cadena que no se terminaba, o sea, de por sí tienes muchas cosas que resolver, tienes conflictos, y agrégale a eso que no estás en tu lugar cómodamente. [Bernardo G., entrevista, 2008]
Con el ruido del vecino es imposible elegir la clase de música que deseamos escuchar en casa o, por ejemplo, disfrutar un buen programa de televisión, ¡nada más puedes ver la imagen acompañada del ruido del vecino! [Anónimo en Answers yahoo]
En la Avenida 553, a espaldas de la secundaria técnica núm. 41 Alfonso Sierra Partida se estableció un vendedor ambulante que expende jugos de frutas. Ahora ha expandido su ilegal negocio a la venta de discos, por lo que para llamar la atención opera un aparato de sonido el cual pone a todo volumen, ocasionando con ello que los maestros y alumnos de la secundaria pierdan la concentración. [Yolanda C. en Ciudadanos en red, 08/09/2009]
Cuando uno sale de una jornada de trabajo difícil y va tranquilamente en su coche dispuesto a descansar y te tocan el claxon de esa forma dan ganas de matar a alguien […] ese tipo de sonido es insoportable. [MA en Ciudadanos en red, 30/03/2009]
Las personas que vivimos cerca de un antro perturban nuestro sueño, por ende nuestra calidad de vida se ve afectada, no sólo por el ruido de la música sino también por el de los clientes alcoholizados y escandalosos ¡¡¡POR FAVOR DÉJENNOS DORMIR!!! [Eloísa A. en ciudadanos en red, 17/03/2010]
Vivo en una casa donde las paredes son compartidas con las del vecino. Mi recámara está pared con pared y son un matrimonio muy inmoral. Ella grita peor que cualquier película porno y se escucha exageradamente en toda la calle, pero obvio más en mi casa. [Anónimo en Answers yahoo]
Estos ciudadanos testimonios nos muestran que un sonido molesta porque invade un espacio que se considera privado, ya sea que se trate de nuestra casa, nuestro cuerpo, nuestro coche, o de entidades menos concretas que representan los valores de la intimidad como la rutina, el confort, el pudor, la tranquilidad o los momentos de trabajo y concentración. Es precisamente esta capacidad de intromisión, esta cualidad de no invitado, la que convierte a un sonido cualquiera en ruido, el cual, a partir de este momento, definiremos como: un intruso sonoro que traspasa los límites de nuestra privacidad, se impone sobre nuestra disposición del mundo y amenaza el equilibrio de nuestra esfera privada produciendo sentimientos de incomodidad y ansiedad.
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